miércoles, 8 de agosto de 2012

Escuela de Padres 2012 Agosto 6


Colegio Santa Caterina da Siena – Lambaré
Escuela de padres 2012

5º Encuentro: “Verificación personal de la hipótesis educativa”

Retomamos brevemente nuestro recorrido.

PRIMERA PREMISA
La educación es introducción a la realidad”, o sea el testimonio de un modo de ser frente a las cosas y frente a la vida, el testimonio de un bien posible, de una verdad que puede ser conocida y amada, de una belleza de la vida.

SEGUNDA PREMISA
Nunca la realidad se afirma verdaderamente, si no se afirma la existencia de su significado”: una positividad última de un hombre adulto que lo testimonia.

PRIMERA PALABRA
“La lealtad con la TRADICIÓN, fuente de la capacidad de certeza”.
Hemos visto que la educación está toda contenida en esta propuesta de una hipótesis positiva, que Giussani llama “hipótesis explicativa de la realidad”: que está toda en la propuesta que es el adulto; porque queriéndolo o no, consciente o no, pero el adulto – por el hecho de que existe – es una propuesta.


SEGUNDA PALABRA
“la AUTORIDAD: una propuesta existencial”, explica que aquella hipótesis explicativa de la realidad o es experimentable, tiene un lugar concreto donde se la puede ver en acción, o bien es pura teoría.
¿Cuál es este lugar concreto que ve en acción, que experimenta y hace experimentable algo bueno sobre la vida? Es la autoridad. Sobre todo los padres, la familia y después, en la medida que el chico crece, se ensancha el círculo de adultos que mira, hasta abrazar el mundo entero.
En este segundo capítulo hay una definición muy importante que vale la pena retomar antes de seguir con la tercera palabra. Don Giussani define la coherencia ideal: “la función del adulto es una función de coherencia ideal y no de coherencia ética”. ¿Qué quiere decir que el niño o el chico tiene necesidad es una “coherencia ideal”? Quiere decir que la certeza y la seguridad de quien te mira, de quien es educado, se apoya enteramente sobre la seguridad que tienes tú. La educación es una cosa tan grande y misteriosa que en cualquier caso nos deja llenos de inquietud; pero si es inquietud es un sentimiento bueno. Mientras que si es miedo, no. No hay que tener miedo de equivocarse. El miedo inmoviliza, es un sentimiento que nos vuelve pasivos, indefensos, que no nos permite llevar la delantera. Debemos estar llenos de seguridad, de osadía y orgullo (pero no orgullo en el sentido de la presunción de ser perfectos) porque nuestros hijos necesitan de esto, de esta seguridad. La certeza, la solidez de su personalidad, crece y se estructura alrededor de una seguridad que le testimonia el adulto.
El gran secreto de la educación es justamente esto: no tener miedo de equivocarse. Para no tener miedo de equivocarse es necesario tener una gran certeza, es necesario que la “hipótesis explicativa de la realidad” que ofrecemos a nuestros hijos y a nuestros alumnos sea vivida con extrema seriedad, con extrema lealtad, y en este sentido toda la responsabilidad recae nuevamente sobre nosotros.

Pasamos entonces a la 
T
ERCERA PALABRA.


El título del capítulo dice: “Verificación personal de la hipótesis educativa” como condición para que nazca la convicción en el hijo, en el alumno.
Dice don Giussani: ”es necesario suscitar en el adolescente un compromiso personal con su propio origen, es necesario que ponga a prueba y verifique la oferta recibida de la tradición. Y esto sólo puede hacerse por iniciativa del muchacho y nada más que por él”.
Primero la tradición, la lealtad con la tradición, es decir la oferta de una hipótesis; luego, un lugar, una autoridad donde esta hipótesis es vivida y testimoniada: pero a un cierto punto se hace necesaria la verificación personal del hijo, del alumno. El hijo a un cierto punto empieza a razonar, empieza a comparar sus propias exigencias, su propia vida, las cosas que ve, las cosas que suceden a su alrededor con las sugerencias que le dan sus padres, con los consejos, con los valores, con aquella hipótesis que le ofrece el adulto.

Don Giussani divide este capítulo en tres partes.

  • en la primera intenta hacernos entender por qué es necesaria esta verificación personal;
  • en la segunda explica cuáles son las condiciones para que esto pueda suceder;
  • en la tercera explica cuáles son sus características fundamentales, sus dimensiones.
Termina con una palabra terrible, la palabra “riesgo”, porque es la que llama en causa la cuestión de la libertad, que juega misteriosamente sobre la cuestión educativa y es el gran don que Dios ha hecho a los hombres.

Su necesidad
Leo a don Giussani para ver como considera él esta verificación.
“Hoy la educación es deficiente a causa de una orientación racionalista que olvida la importancia del compromiso existencial como condición para hacer una experiencia genuina de lo verdadero y, por tanto, para alcanzar la convicción. No se puede entender la realidad si no se “está dentro de ella”. Podemos entender quiénes somos porque actuamos. Cuanto más nos comprometemos con las propias energías vitales, más nos damos cuenta de lo que somos. En esto se puede ver cómo los educadores actuales pecan de superficialidad y abstracción, con demasiada frecuencia educar significa sólo aclarar ideas. Pero una vez que las razones están a la vista, queda aún mucho por hacer, porque dichas razones son abstractas, todavía son sonidos y palabras. Entonces es necesario que intervenga la energía, la libertad. Con esta energía puedo hacer que todo mi ser se adhiera a la idea y al programa de la inteligencia”.
Se considera que las palabras y los discursos pueden tener la fuerza suficiente como para suscitar interés en el chico y provocar una reacción. Nos olvidamos de un particular. El hombre no aprende si en algún modo no arriesga su libertad. Siempre debe existir una razón afectiva, un interés de relación por lo cual uno aprende lo que se le dice. En el caso de los padres debería ser más inmediato, más natural, pero lastimosamente ya no es así, incluso dentro de la familia escuchamos: ”ya que le expliqué la situación, entonces ahora él debe comportarse así”. Esto no es verdad, siempre está el espacio de la libertad. El hombre aprende solamente lo que, en algún modo, ama ya. La calidad de la relación es como la cola que te pega a lo que el otro te dice.
¿Cuál es el motivo por el cual tu hijo aprende lo que le dices, se le pega lo que dices?
¿Cuál es la razón por la cual una cosa “se aprende”, se pega a la mente y al corazón de un estudiante? Es la calidad de la relación. Al final es una cuestión de amor. Sin un amor no hay posibilidad de aprendizaje. La convicción nace en el momento en el cual lo que tú afirmas que es un bien para mí se verifica dentro de una experiencia. Solo así se vuelve mío, se vuelve experiencia mía. Es la diferencia entre hablar de gastronomía y sentarse a comer. El hombre se vuelve grande, también desde el punto de vista biológico y físico, porque participa de la realidad y la asume, la hace propia. A través de instrumentos preciosos de los que está dotado el organismo: parte de aquella realidad, comiendo y bebiendo, se vuelve suya para siempre, así se estructura para siempre su físico que crece y se vuelve grande. La personalidad es un poco así, necesita entrar en las cosas de la realidad, a través de un juicio, porque prueba y vuelve a probar dentro de la comparación continua entre lo que acontece y los criterios que le son dados, en una verificación continua. Prueba hasta que las cosas se vuelven suyas.

Sobre la cuestión de la experiencia es necesario hacer una aclaración para evitar equivocaciones. Muchas veces llamamos “experiencia” a todas las cosas que un chico puede hacer. Mientras que no es cierto que porque probamos muchas cosas hacemos más experiencia, como dice la cultura en la que vivimos. Un ejemplo simple: de muchas conversaciones con los chicos, parece, escuchándolos hablar, que cuando uno ha tenido más novias, más experiencia ha adquirido. Es una estupidez, porque la historia personal de muchos demuestra exactamente lo contrario: demuestra que haberse quemado en una serie de relaciones superficiales, es exactamente lo que impide, a menudo por toda la vida, llegar a tener una relación que sea lo que debe ser. De esta forma llegan a la edad de la decisión definitiva teniendo las así llamadas “experiencias” a sus espaldas, que constituyen una serie infinita de cicatrices, de cicatrices de heridas abiertas, impidiéndoles asumir un compromiso definitivo. Mientras que la experiencia, al contrario, es la relación con la realidad llevada hasta su juicio final, la realidad asumida en todas sus dimensiones. Si no fuese así dudaríamos siempre en relación con la realidad: nunca es cierto ni está fundado. Para conocer el bien y el mal no es necesario probar el mal. Si yo tengo que enseñar a un niño que el fuego quema, no es cierto que debo poner sus manos en el horno para que se queme, es suficiente que lo ayude a entender la cosa justa que hay que hacer.
Consideremos, por ejemplo el uso de la televisión. No es indiferente el modo con el que pasamos horas mirando este mar de estupideces. Hay una cultura que es peor que la pornografía, más destructiva desde el punto de vista psicológico; porque cierto tipo de películas y de libros que mina la raíz del sentimiento de certeza de la realidad. Hay una cultura construida expresamente para hacer crecer a los niños sin certezas sobre la realidad. La no certeza de que las cosas sean aquello que la evidencia muestra que son, es uno de los datos fundamentales de la cultura en la que vivimos, y es la más devastadora  para la moralidad y la psicología de los chicos.
Si yo veo una película de terror, experimento terror, pero los chicos se divierten. Tienen una familiaridad tan grande con el horror, que el horror ya no les causa horror. Vinieron a menos los parámetros de juicio, en relación a lo bello y lo feo, al bien y al mal, a lo verdadero y a lo falso. Las tres dimensiones que permiten al hombre ser hombre – bien y mal, verdadero y falso, feo y bello.
Imaginad qué quiere decir para un chico tener miedo de entrar en la habitación oscura de su madre por temor a encontrar a alguien distinto de su madre. Aquel chico, si no se fía de su madre, estará impedido en la vida a tener un amigo, porque no podrá creer que un amigo puede ser “amigo” verdaderamente. O peor, no podrá ser capaz de enamorarse de una mujer, con una duda así en la cabeza.
Es necesario afirmar una experiencia que los pueda acompañar y ayudar a involucrarse. Esta responsabilidad hoy es enorme: poder testimoniar a nuestros hijos que esto es lo verdadero, lo bello y lo bueno, porque comporta una felicidad, un éxito en la vida, una energía, un coraje en las cosas.

Entonces, el hijo, el alumno, el chico, dice Giussani: “se da cuenta de que es si actúa”.
La verificación personal en la que debemos acompañarlos es una verificación de la conveniencia suprema de lo que decimos; pero si no trata de vivirlo dentro de las cosas, dentro de la vida, dentro de lo real, ¿cómo hace para saber si conviene? Traten a leer todo el evangelio. Jesús es el gran educador, el maestro; tenía una clase de 12 alumnos, que después de tres años de tenerlos con Él pierde la paciencia y dice a Felipe: ”Pero, Felipe, ¡hace tres años que estamos juntos y todavía no lo entiendes!”  Incluso Jesús los desafió a probar la extrema conveniencia de lo que Él les decía. ¿Qué eran los milagros? Eran la forma con la que Cristo les hacía experimentar la suprema conveniencia de estar con Él.
Mientras que nosotros, lastimosamente, por una educación equivocada, identificamos el bien con la ley, con cosas que hacer: ”debes hacer así porque se debe, debes hacer así porque se debe hacer así”, en el fondo identificando nuestra conducta con una regla. Esta es la cuestión: la liberación de la norma y de la regla; porque al contrario es una conveniencia suprema la que el joven debe poder descubrir. El pedido de don Giussani es a este nivel: el adulto debe acompañar al joven a verificar la conveniencia suprema de la propuesta.
“Si desde los 14 años en adelante, durante cuatro o cinco años, al muchacho no se le ayuda insistente y sistemáticamente a ver la conexión que hay entre lo que se le ha dado (la tradición) y la vida, sus nuevas experiencias crearán las premisas suficientes para que asuma una de las tres actitudes enemigas del cristianismo: la indiferencia, o el tradicionalismo, o la hostilidad, que son la misma cosa… El método decisivo para impedir que surjan estas actitudes al llegar a una cierta edad, consiste en ayudar a que se experimente lo que se ha recibido, poniéndolo a prueba y confrontándolo con todas las cosas”.
Entonces, para ayudar a la definición de la convicción, el educador debe, por un lado, proponer clara y decididamente un sentido unitario de las cosas y, por otro, debe empujar al joven, sin cansarse, a confrontar esta hipótesis con todo lo que tiene que hacer, con cada encuentro, con cada aspecto de la vida: involucrarse en una experiencia personal, en una verificación existencial, una verificación suya.

Sus condiciones
Pero, dice Giussani, “la necesidad de que todas las exigencias de la humanidad del joven, de que todos los encuentros que tiene, se confronten con la hipótesis educativa, exige que se cumplan según tres condiciones:

  1. En el ambiente
“La primera condición es que se lo ayude a comprometerse con sus ideas en su ambiente… Nada más venenoso, debilitante y a la larga exasperante para un adolescente, que no se sintiera humanamente ayudado a afrontar el ambiente con la necesaria claridad y decisión”.
¿Qué se entiende por ambiente? Ambiente es ante todo el lugar donde se vive, o sea la escuela: el ambiente del chico por excelencia es la escuela. Salido de la casa es allí donde nuestros hijos pasan la mayor parte de su tiempo.”Familia y colegio tienen, a este respecto, responsabilidades formativas hasta tal punto preñadas de consecuencias para las convicciones del joven que apenas es concebible la enorme y a menudo inconsciente ligereza con que ellos actúan”.
Si consideramos “ambiente” el mundo exterior, pensemos cuántas reflexiones deberíamos hacer sobre el mundo universal de INTERNET. Además de esta situación hay una situación muy grave: el ambiente, este aire que nuestros hijos respiran, aparentemente tan universal y abierto a lo real, muchas veces es venenoso, porque está lleno de imágenes falsas y construidas. La cabeza de nuestros hijos está llena de un mundo imaginario – de películas, de telenovelas, de dibujos animados de un cierto tipo – cuyos protagonistas siempre tienen un carácter extraordinario, excepcional. Sean héroes positivos o negativos, el resultado es que a los 15 años ya no soportan lo ordinario. A ellos todo les parece banal, indigno de la vida que les toca vivir, esta escuela es insoportable, estos libros que leer son odiosos. Entonces la búsqueda de lo extraordinario se volverá una terrible tentación.
“Hoy más que nunca es el ambiente, con todas sus formas expresivas, el educador o “deseducador” por excelencia. Por eso la crisis se perfila, en primer lugar, como ignorancia que hace a los mismos educadores colaboradores, quizá inconscientes, de las deficiencias del ambiente, y, en segundo lugar, como deficiencia de vitalidad en la actitud educativa, que lleva a no combatir con suficiente energía las influencias negativas del ambiente, pues reafirma a semejantes educadores en posturas tradicionales y formalistas, en vez de llevarles a renovar el eterno Verbo redentor en el espíritu de la nueva lucha”.

  1. Comunitariamente
“Es necesario que ese modo de afrontar todas las realidades lo viva comunitariamente”. Esto significa que ya no basta tu testimonio. La más bella y perfecta de las familias no basta para la verificación. Es necesario que la propuesta que haces a tu hijo la sienta como un pedazo de mundo que funciona en modo diferente de este ambiente que tiene adelante.
Hago un ejemplo de un amigo mío, profesor y padre de cuatro hijos. Un día su hijo de 16 años, bachiller, le hace esta pregunta: ”Pero, papá, ¿tú nos estás haciendo crecer normales? Tengo esta preocupación porque las cosas que tú y mamá nos dicen me convencen y les creo, pero el mundo se va totalmente hacia otro lado..”. La pregunta era muy seria y tuvieron que reflexionar mucho porque los hijos deben crecer con la percepción de que la hipótesis que les proponemos se puede verdaderamente recorrer. Entonces entienden cómo cambia el uso del tiempo, del dinero, de la casa, de las vacaciones de las familias: ir a mostrar a los hijos que el mundo es grande y que, por malo que sea, hay mucho que ver de lindo. Hay que hacer esta lucha día tras días, pedazo por pedazo, es una lucha cotidiana. Por eso, tener una escuela como aliada no es como tenerla en contra; y en este sentido, qué precioso es tener una escuela así como la nuestra. Esta lucha no puede ser cosa de caballeros contra molinos de viento, el hijo debe ver que la propuesta que le haces es compartida por muchos; y entonces se vuelve verdaderamente un modo de organizar la casa, de abrirla a todas las posibles amistades y presencias, de salir para ir a ver todo lo que hay de bueno, de verdadero y de grande en el mundo. Esto abre también a otra gran cuestión muy interesante: esta apertura a lo que hay de bueno, a los grandes testimonios de nuestro tiempo, este modo de elegir los libros, de leer los periódicos, de prender y apagar el televisor, es un modo de ser que implica una decisión en el adulto.
¡Para poder hacer esto no debemos estar solos! Sería triste si a alguien de ustedes vuestro hijo preguntara: ”pero a ti, ¿quién te educa? ¿a quién miras tú?” y tuvieras que responder: ”a nadie, a nada”. Sin embargo, no puedes no elegir a alguien o a algo a lo  cual pertenecer con toda la devoción, el coraje y el ímpetu de los que eres capaz.

  1. El uso del tiempo libre
“Otra condición para la verificación educativa es el uso del tiempo libre… Una educación incapaz de fascinar al joven en su tiempo libre es ciertamente pobre y humanamente inadecuada…”. Es inadecuada la postura de llenar el tiempo a los hijos para tenerlos ocupados y tranquilos o que no hagan “ciertas cosas”. Es necesario enfrentar directamente al joven, sin falsedad, con una propuesta seria de compromiso con los valores, justamente durante el tiempo del que sólo él dispone. Los jóvenes entienden esto y se adhieren: así la tarea educativa se organiza seriamente. Sigue Giussani: ”A través del compromiso con el ideal en su tiempo libre, el adolescente aprenderá a seguir su hipótesis en todo el tiempo restante, cuando la presión de las necesidades y de las influencias contingentes le hacen la cosas más difícil”.
Digo que esta es una intuición genial, ¿por qué? Porque tiene dentro un criterio educativo, también psicológico, decisivo: ”En los educadores, colegio o familia, toda impaciencia al respecto está injustificada, manifiesta intelectualismo abstracto y desconocimiento de la evolución segura pero gradual del fenómeno educativo”.
¡No seáis impacientes!, la ley de la educación es amor, tiene sus tiempos; el tiempo de la educación se llama paciencia, la virtud del educador es la paciencia, porque se necesita un desarrollo para que lo que acontece en un punto de verdad invista toda la vida. Añade Giussani: ”Por eso, está fuera de lugar exigir al individuo un compromiso con el “deber” escolar, familiar, etc., como una prioridad contrapuesta a la entrega ideal que ya vive en el tiempo libre”. Es como decir: ”empieza a estudiar y después hablamos; primero el deber y después el placer”. ¡Es al revés! Si tú descubres que tu hijo en este momento odia la escuela, pero tiene un amigo interesante y tú lo conoces y sabes que es un buen chico (no digo la chica porque hoy día puede ser la tumba de la educación, y hay que explicar a los chicos que es súper lindo enamorarse pero cada cosa a su tiempo, hoy día es como el “relleno” de un vacío absoluto que después los llevará a la tumba), cuando entiendo que este amigo le hace bien, tengo que agarrarme con los dientes y con toda la esperanza a aquella relación, porque puede ser el punto que, despacito, por ósmosis, invadirá toda su vida. Este amigo puede ser un pariente, un profesor, un sacerdote, un compañero. Cuántas veces cometemos el error de contraponer la única hipótesis positiva de nuestros hijos con los deberes que deberían respetar, y así conseguimos un enojo cósmico. Mientras que un buen educador está atento a lo que sucede en el tiempo libre, a lo que el hijo elige responsablemente, porque es desde aquel punto, afectivamente significativo, que puede volver a partir todo. Cultivando aquella relación podrá lentamente y en la paciencia y en el tiempo recuperar el significado del estudio, recuperar el respeto por la familia, por el papá y la mamá, no es al contrario.

Sus “dimensiones”
Último punto, rápidamente.”¿Cómo suscitar la energía, cómo provocar ese compromiso de verificación sin el cual no nace la convicción?” Don Giussani parte de las dimensiones de esta verificación personal, y es interesante porque la cuestión se vuelve a conectar al hecho que nuestro corazón y el de nuestros hijos exige por su naturaleza conocer lo verdadero, practicar el bien, y que la vida sea, con el tiempo que pasa, una cosa bella, positiva y grande. Dice Giussani que es necesario que nuestro hijo o alumno haga esta verificación en todas las dimensiones, según las dimensiones de todo acto humano, es decir según sus tres características: está hecho de conocimiento, está hecho de afección, está hecho de certeza sobre el presente y por ende sobre el futuro. Fe, esperanza y caridad. “Cada una de ellas constituye un aspecto de esa apertura hacia el horizonte total que caracteriza a toda acción humana. Tales dimensiones del alma del adolescente, las únicas que justifican una adecuada llamada al compromiso, son tres y se pueden definir así:

  1. Cultural
“Para que uno se implique en la verificación de la hipótesis educativa, ésta tiene  que ser propuesta como total explicación de todo, como sentido último de la vida, del mundo y de la historia. Cualquier escepticismo y enciclopedismo, para los que la cultura es sólo un cúmulo de materiales incapaz de dar una explicación vital de cada aspecto de la realidad y, en consecuencia, todo fideísmo, para el que la religión y la fe están “fuera” de la “cultura” así  definida, siendo incapaces de dar cuenta de cualquier realidad o problema que emerja, dejarán al joven, justamente, frío, si no hostil”.
Si la verificación que nuestro hijo debe hacer es cultural, o sea del parangón con todo, ¿quién se lo enseñará si no los padres, los profesores y la escuela que la viven en primera persona? ¿Dónde aprenderá a comparar todo con la propuesta que se le hizo para verificar si es verdadera?

  1. Caritativa
“La exigencia de una absoluta radicalidad en el amor. Amar es ante todo un modo de concebirse, de concebirse como “convivencia”, como algo ontológicamente ligado a todo. El mismo gesto que me crea a mí, lo crea todo, por lo cual, todo es parte de mi existencia. El cristianismo da cuenta de este hecho de un modo misterioso: el origen del ser, Dios, es convivencia (Trinidad). Amar, por eso, no es ante todo un “sentimiento”, no es un “gusto”, ni un “dar” que no sea darse: es concebirse y aceptarse como unión, y esto debe estar bien claro en el llamamiento que se haga. El adolescente  debe ser llamado a una pureza total de motivos”.
Se necesita ayudar y acompañar a los hijos a amar lo que encuentran, a estimar lo real, a quererse bien a sí mismos y a las cosas que tienen delante. El amor no es una cosa que se puede enseñar con las palabras, esto puede acontecer sólo con la fascinación de un testigo. Se necesita arrastrar al hijo o al alumno hacia este apego a lo real que tú mismo vives, para que lo pueda descubrir también él.

  1. Misionera
“La exigencia de una totalidad de horizontes a la que la propia humanidad se ve llamada a adherirse: dimensión misionera. Que la medida del amor sea amar sin medida no es sólo una frase famosa, sino un axioma claro. La caridad es una ley sin confines, universal y, por lo tanto, católica. En esta ley, poner límites no es limitarla, sino abrogarla… Debemos vivir para el universo, para la humanidad entera. Limitar el ámbito del compartir es renegar de uno mismo, es pecado, es decir “defecto” (latín, “venir a menos”). Limitar nuestra apertura de convivencia es tratar de imponer una medida propia a la ley profunda del ser, es confundir el amor con el cálculo, es trocar el compartir en un intento de dominio…”
Don Giussani afirma que aquello que es propuesto no es verdadero para ti, si no es verdadero para el mundo entero. La propuesta que haces, la hipótesis que vives debe estar ligada al mundo entero.
Entonces entendéis en qué sentido una educación debe tener como dimensión fundamental la catolicidad, la apertura al mundo. ¡Cuánto ayuda y sostiene a la educación esta apertura al mundo!
Pensemos cuánto nos ayuda la relación con el colegio “Tirinnanzi” de Italia.